viernes, 12 de agosto de 2011

De la oficina y los compañeros de trabajo

La oficina donde juego a ser adulto, donde me uno a la estadística de individuos productivos, donde paso la mayoría de mis instantes recientes, no es solo un edificio añejo que antaño hacia de cine, lleno de hombres encorbatados y mujeres de zapatos altos; es también un lugar de formas y personajes que por instantes parecen haber salido de un libro.

La abismal diferencia entre lo que las mayorías ven en la estructura de la oficina con lo que mi padre ve en ella me hace recordar los molinos de La Mancha.
Mi eterna espera a que el sol se esconda y la luna se haya acostumbrado al cielo para poderme ir, me hace pensar en las largas y  tediosas esperas de Penélope.
Tengo por compañeros reencarnaciones de personajes literarios, desde la doble moral de Tartufo hasta la obediencia ciega de Winston Smith (al final de sus días adorando al Gran Hermano) pasando por el inconformista Julián Sorel, el ambicioso Shylock o el solitario Aureliano Buendía; aunque la mayoría resultan tan ordinarios como Tertuliano Máximo Alfonso de Saramago.

Me niego a creer que en este festival literario no aparezcan personas con la pasión de Madame Bovary, la inteligencia de Sherlock Holmes, la belleza de Lady Windermere, la complejidad de Dr. Jekyll o por lo menos la magia de Melquiades.

Quizás el día que vuelva a trabajar en algo que me apasione, que vuelque mi espíritu y eclipse mi mente; esos personajes que tanta compañía me han hecho, vuelvan a aparecerse frente a mi usando la mascara de nuevos compañeros de trabajo, pues a favor de los actuales tengo que confesar que su simpleza no radica en su esencia sino en mi ojo.
Mientras tanto a esperar, (afortunadamente son muy pocos días) en una de esas se me aparece un tal Godot. 

viernes, 5 de agosto de 2011

Construyendo mi fe

Constantemente hablo con mi padre. Constantemente estoy en desacuerdo con el. Suelo asombrarme  de las enormes similitudes que tenemos pero también me llaman la atención las abismales diferencias que nos separan.

Un tema recurrente en nuestras pláticas tiene que ver con el enorme y variado catálogo de creencias de mi padre. Creé entre otras cosas en el Feng Shui y en el Dios de los católicos. Abraza la metafísica y demás pseudo filosofías modernas que iniciaron con el bestseller del Secreto y su Ley de la Atracción.

Sin embargo nunca hablamos de mis creencias, incluso con insistencia me comenta sobre mi falta de fe. Pues asume que mi nulo fanatismo se traduce en una incapacidad para creer en “algo” pues dentro de su peculiar idiosincrasia es necesario que se tenga fe, pues ve en ella el camino hacia la felicidad (a la que venera con el nombre de “éxito”).

Hoy me puse a pensar en ese enorme catálogo de creencias que buscan seguidores. Y decidí inscribirme en una de ellas.

Feng Shui.- Demasiado oriental
Catolicismo.- Demasiado sufrimiento
Testigos de Jehová.- Demasiado fascista
Metafísica.- Poco serio
Zoroastrismo.- Demasiado complejo
Cienciología.- Demasiado en boga
Budismo.- Demasiada calma
Islam.- Demasiado radical

Ergo, ninguna suscripción me atrae, de las que entiendo y conozco difiero demasiado. Todas tienen uno o más elementos que me atraen pero son incompatibles entre ellas. Todas me resultan dignas de estudio pero en ninguna basaría mis esperanzas.

Que feliz y sencillo seria mi dilema si la mitología greco-romana aún dominara el orbe. Dioses cercanos y divertidos, capaces de amar y odiar, apasionados y orgullosos. Los hay para todo gusto y ocasión. Sin embargo también me resultaría complicado depositar en ellos mi fe.

Preocupado por saber que mi padre tenía razón sobre mi incapacidad de creer; decidí, en ese divertido afán de rebeldía juvenil depositar mi fe en algo más terrenal. Los requisitos son sencillos e incluyen cercanía, palpable dentro de lo que cabe, más realista que milagroso, abierto a ideologías e idiosincrasias, capaz de divertir y ser tomado en serio.

Y lo encontré, siempre he sentido algo más que amor por él, lo he estudiado, vivido y sin lugar a dudas depositado mis esperanzas e ilusiones en él. SOY UN FANATICO DE MÉXICO.

Ricardo López Méndez entendió esto hace muchos años escribiendo este famoso y conmovedor poema casualmente llamado Credo.

  ¡México, Creo En Ti!...
Por Ricardo López Méndez

México, creo en ti,
Como en el vértice de un juramento.
Tú hueles a tragedia, tierra mía,
Y sin embargo, ríes demasiado,
A caso porque sabes que la risa
Es la envoltura de un dolor callado.
México, creo en ti,

Sin que te represente en una forma
Porque te llevo dentro, sin que sepa
Lo que tú eres en mí; pero presiento
Que mucho te pareces a mi alma
Que sé que existe pero no la veo.
México, creo en ti,

En el vuelo sutil de tus canciones
Que nacen porque sí, en la plegaria
Que yo aprendí para llamarte Patria,
Algo que es mío en mí como tu sombra
Que se tiende con vida sobre el mapa.
México, creo en ti,

En forma tal, que tienes de mi amada
La promesa y el beso que son míos.
Sin que sepa por qué se me entregaron;
No sé si por ser bueno o por ser malo,
O porque del perdón nazca el milagro.
México, creo en ti,

Sin preocuparme el oro de tu entraña;
Es bastante la vida de tu barro
Que refresca lo claro de las aguas,
En el jarro que llora por los poros,
La opresión de la carne de tu raza.
México, creo en ti,

Porque creyendo te me vuelves ansia
Y castidad y celo y esperanza.
Si yo conozco el cielo es por tu cielo,
Si conozco el dolor es por tus lágrimas
Que están en mí aprendiendo a ser lloradas.
México, creo en ti,

En tus cosechas de milagrería
Que sólo son deseo en las palabras.
Te contagias de auroras que te cantas.
¡Y todo el bosque se te vuelve carne!
¡Y todo el hombre se te vuelve selva!
México, creo en ti,

Porque escribes tu nombre con la X
Que algo tiene de cruz y de calvario:
Porque el águila brava de tu escudo
Se divierte jugando a los “volados:
Con la vida y, a veces, con la muerte.
México, creo en ti,

Como creo en los clavos que te sangran:
En las espinas que hay en tu corona,
Y en el mar que te aprieta la cintura
Para que tomes en la forma humana
Hechura de sirena en las espumas.
México, creo en ti,

Porque si no creyera que eres mío
El propio corazón me lo gritara,
Y te arrebataría con mis brazos
A todo intento de volverte ajeno,
¡Sintiendo que a mí mismo me salvaba!
México, creo en ti,

Porque eres el alto de mi marcha
Y el punto de partida de mi impulso
¡Mi credo, Patria, tiene que ser tuyo,
Como la voz que salva
Y como el ancla...!

jueves, 4 de agosto de 2011

Los otros mandamientos (Cuarta Parte)

Utilice la ausencia para incrementar el respeto y el honor


Carlos V rey de España llego a ser líder del Imperio más grande del mundo. Su dominio abarcaba gran parte de Europa y del llamado entonces Nuevo Mundo.
En el apogeo de su mandato se retiro a un convento conmoviendo a todo el mundo. Sus admiradores lo llamaron magnifico, mientras que sus enemigos temerosos lo llamaron grande.
Tanta presencia causa desgaste

Mantenga el suspenso. Maneje el arte de lo impredecible

Pablo Picasso como todos los demás artistas trabajaban junto con mercaderes encargados de la venta de sus obras conocidos como merchands.
Picasso siempre trabajo con el mismo merchand quien le daba bastante libertad y buen trato al artista. Sin embargo, un día sin razón aparente le comentó que ya no le daría más cuadros para vender.
El merchand preocupado (por la ganancia que perdía) pregunto a Picasso la razón de sus decisiones, pero no recibió respuesta.
Días después,  el merchand regreso con Picasso para ofrecerle una enorme cantidad por sus cuadros, totalmente elevada para la época. Obviamente Picasso acepto y alcanzo gran holgura económica gracias a su suspenso y a al carácter impredecible de sus acciones.

No construya fortalezas para aislarse

Un ejemplo claro de esta regla es el francés Talleyrand, quien logro sobrevivir a toda la convulsión de la época en la que vivió. Sobrevivió a la Revolución, al Directorio, al terror, a Napoleón y a Luis XVIII gracias a sus múltiples relaciones en cada uno de los puntos nodales del poder.

Sepa con quién está tratando.

Un clásico Budista dice 
 Cuando se encuentre ante un espadachín, saque la espada; no recite `poemas frente a alguien que sea sordo.

No se comprometa con nadie

Joseph Fouché es recordado en la historia como el mayor profesional en la trásfuga política. Su política de no comprometerse con nadie no solo lo ayudo a mantenerse con vida en los duros tiempos de la Revolución Francesa y el eclipse Napoleónico, sino que lo mantuvo en las mas altas esferas de poder durante toda su vida.
Ante los Jacobinos parecía que apoyaba a Robespierre hasta el día que dicto su sentencia de muerte. Fue Napoleónico hasta la caída del Corso y realista hasta la abdicación del rey. 

miércoles, 3 de agosto de 2011

Mi nombre es Rubén Arenas

Mi nombre es Rubén Arenas, soy hijo de mi padre y de el nada más, aunque muchos lo duden acabo de cumplir los veinticinco, soy licenciado en administración de empresas pero en mi vida he tenido algo que administrar. Mi trabajo es horrible pero bien pagado. Mi pasatiempo es tan placentero como poco lucrativo. Soy soltero aunque no solitario. Me gusta el alcohol y el cigarro pero odio a los borrachos y el olor de las colillas. Tengo un gato. Me encanta la comodidad de los asientos del cine pero odio tener que pagar para dormir. Me gusta la comida muy condimentada y el jugo de manzana.
Me gusta la música clásica interpretada por gente moderna. Odio la opera y el ballet. Tengo dos hijos pero ninguno de ellos me dice papa. Me gusta leer antes de dormir aunque la mayoría de las veces lo hago al mismo tiempo. Me gusta caminar por la noche. Me gusta ver llover. De chico quería ser presidente. De grande quiero ser chico. No creo en Dios. No creo en nada. Odio los funerales. Odio no tener que decir. Odio tener algo que decir pero nadie que me escuche.

Odio extrañarte. Odio saber que no me puedes escuchar. Odio no poderte escribir. Odio verte sin que me veas tú a mí. Me gusta ver llover sin mojarme en el intento. Odio recordar tus caricias al ver que se las das a alguien más. Odio saber que tanto me extrañas por la intensidad de tus lágrimas. Odio estar cerca de ti y no poder oler tu perfume de doscientas rosas que tanto me gusta. Odio estar muerto porque sabemos que el negro no te queda bien. 

martes, 2 de agosto de 2011

Los dioses artistas o los artistas dioses

Dicen algunos sabios  que los artistas son los hijos mayores de Dios. Que mientras este los creaba les dio un poco de su poder y les permitió imitarlo dentro de sus posibilidades.

Los artistas juegan a ser Dios cada vez que empiezan sus obras, juegan a crear y a destruir, a manipular el tiempo y el espacio, hacen milagros y vidas e inventan verdades.
Igual que a Dios, a sus hijos predilectos les da por sellar cada una de sus obras, por inmortalizarse a través de ellas, y en muchos casos por no aceptar ninguna otra creación que no venga de ellos.

Son tan testarudos los artistas, que incluso hay quienes dicen que es Dios el hijo mayor de ellos, aseguran que en su egoísmo inventaron a Dios a su imagen y semejanza.

Pero esto no fue siempre así. Había tiempos, en la que los artistas no existían y se llamaban artesanos, se agrupaban en gremios y carecían totalmente de originalidad.
Los artistas antes de inventar nuevas realidades, se dedicaron a replicar la realidad que Dios les invento.  Con el paso del tiempo, se hartaron de ella y empezaron a inventar cielos que no siempre eran azules, pastos de colores mas allá del verde sustituyendo su replica por su interpretación.

Sin embargo, las odiseas de Dios y sus amigos permanecieron como tema nodal de las insipientes creaciones.
El tiempo siguió avanzando y el hombre despertó de su ceguera, se explotaron las perspectivas de la interpretación y se decidió imitar a Dios en su acto más notable: crearon vida y se volvieron inmortales.

Hoy Dios esta sentado a la derecha de Shakespeare, Pedro tiene las llaves de la biblioteca, los apóstoles comen cada noche su última cena a lado de Goethe y Cervantes mientras Miguel Ángel pinta la escena.  Camus y Beckett borran el cuadro cada noche para que Miguel Ángel lo vuelva a pintar.
¿Quién invento a quien? Ese es el dilema. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Los otros mandamientos (Tercera Parte)

Para desarmar a su víctima, utilice la franqueza y la generosidad en forma selectiva

Al Capone, el más grande líder de la mafia de entonces era un hombre millonario y desconfiado que presumía de jamás haber sido engañado. En una ocasión un hombre desconocido se le acerco y le pidió 50,000 dólares y le aseguro que se los duplicaría en una semana. Al capone evidentemente no le creyó, pero se los dio, seguro de que tendría que irlo a buscar después para matarlo. Al paso de la semana, llego el hombre pidiendo disculpas al capo, pues no había logrado duplicar la cantidad; devolviéndole los 50,000 dólares. Al capone en lugar de matarlo se sorprendió pues esperaba que el estafador le devolviera o todo o nada, mas no la cantidad prestada, y en reconocimiento a la honestidad del caballero, le perdono la vida y le regalo 5,000 dólares, la cantidad que el estafador estaba buscando desde el principio.

Cuando pida ayuda, no apele a la compasión o a la gratitud de la gente, sino a su egoísmo

Tras muchos años de construcción, el Taj Mahal había sido terminado. Solo faltaba quitar las maderas que sostenían gran parte de la construcción. Cuestión que no implicaba mayor ciencia pero si un enorme esfuerzo.
El arquitecto solicito de varias formas y a varias personas que le ayudaran, sin embargo, la respuesta siempre era negativa.
Un ayudante del arquitecto confiado, dijo que el lograría quitar todos los andamios en un solo día y lo logró.
Salió a la calle y grito que se estaba regalando toda la madera del palacio, solo había que ir por ella.

Muéstrese como un amigo pero actué como un espía
Talleyrand paso a la historia como uno de los hombres de mayor agudeza intelectual. Portador de una gracia inaudita para su época y una amplitud enorme de temas de conversación, Monsieur Talleyrand nunca pasaba desapercibido.
Invitado de todas las tertulias, solía hacer comentarios comprometedores, disimulando una gran confianza en el mismo y en los demás miembros de la reunión. Sin embargo, lo que realmente hacia era medir las expresiones de ellos antes sus comentarios para entender de que lado estaban en ciertos temas. “Talleyrand disparaba una pistola al aire, para ver quien saltaba por la ventana”.

Aplaste por completo a su enemigo
Nicolás Maquiavelo escribió: “ Debe notarse, pues, que a los hombres hay que halagarlos, o de lo contrario aniquilarlos; se vengaran por pequeñas injurias pero no podrán hacerlo por las grandes; la herida debe de ser tan grande, que se preocupe en sanarla antes de vengarse.